Crítica. El hombre de acero

El hombre de acero

De un inicio la película era bastante sugerente. Esperaba con cierto entusiasmo la nueva propuesta del superhéroe por antonomasia de la mano en esta ocasión,  de Christopher Nolan y Zack Snyder. El primero como productor y guionista y el segundo como director.

La verdad es que son dos de los personajes que en los últimos tiempos están planteando las mejores propuestas de cine de acción basado en cómics.  Christopher Nolan ha cambiado totalmente la forma de concebir a Batman y Zack Snyder con Watchmen y 300 ha permitido dar al cómic un valor añadido más allá del mero entretenimiento.

En cualquier caso el resultado final es más parecido a una película de Michael Bay que de los dos anteriormente citados. 

El argumento intenta unir las dos primeras películas de la saga dirigidas por  Richard Donner e interpretadas por el malogrado Christopher Reeve. 

De la primera película recupera el ocaso del planeta Krypton y el consecuente envío a la Tierra del niño Superman, así como el encarcelamiento del general Zod por intentar perpetrar un golpe de estado en Krypton. Los 143 minutos de metraje permiten extenderse en este hecho, que a la postre quizás sean de los mejores de la película. 

De la segunda película toma prestado el regreso del general Zod a la Tierra para recuperar el poder de la estirpe de Krypton y fundar en la Tierra un nuevo Krypton. Creo que aquí es donde la película pierde toda la fuerza, y  parece más bien la cuarta entrega de Transformers que una película de Superman, con interminables batallas finales mostrando todo el repertorio de efectos especiales de que son capaces pero que no pueden por menos que aburrir.

Interesante sin embargo me pareció la forma de explicar como Clark Kent, a través de sucesivos flash-backs que van desde la infancia hasta la edad adulta, va asumiendo su rol en la Tierra y las dificultades que le plantean sus poderes o aptitudes ante una sociedad que no está preparada para ellos. Quizás esta parte sea más propia de Christopher Nolan y Zack Snyder. La introversión del personaje y sus miedos, que se acercan más a los planteamientos de El Caballero Oscuro o Watchmen.